Cuenta más de un libro de historia que, en su lecho de muerte, Leonardo Da Vinci no dejó de repetir la siguiente frase:
– He pecado de ingratitud. Dios me dio talento y no he sabido aprovecharlo
Cuenta más de un libro de historia que, en su lecho de muerte, Leonardo Da Vinci no dejó de repetir la siguiente frase:
– He pecado de ingratitud. Dios me dio talento y no he sabido aprovecharlo